
De la Laguna Negra de Atillo se tejen innumerables leyendas de desaparecidos y fantasmas. El mito más popular asegura que cuando una persona se introduce en sus aguas no vuelve a salir. El sonido que produce la fuerza del viento evoca tales escenas fantasmagorías.
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Según cuenta otra la leyenda, las aves (gligles) se suicidan por el mes de mayo al sobrevolar la laguna, debido a que el islote constituye un volcán sumergido que emana gases carbónicos y la inhalación de estos gases por parte de las aves produce su muerte.
Según el historiador Juan de Velasco, Atillo fue un lugar de castigo para quienes violaban las leyes de los puruháes. Los prisioneros eran abandonados hasta que mueran de hambre o ahogados al intentar salir nadando en las frías aguas.